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miércoles, 25 de enero de 2012

Soluciones fáciles

Soluciones fáciles

Miércoles 25 de enero del 2012 | 12:09

Hace pocos días, un extranjero de esos con una mirada algo arrogante sobre los problemas que tenemos que enfrentar quienes habitamos en países en desarrollo se sorprendía de nuestras dificultades para resolver aspectos del transporte público que ya se han solucionado en todas las grandes ciudades del mundo.


Guido Lombardi, Opina.21
Hace pocos días, un extranjero de esos con una mirada algo arrogante sobre los problemas que tenemos que enfrentar quienes habitamos en países en desarrollo se sorprendía de nuestras dificultades para resolver aspectos del transporte público que ya se han solucionado en todas las grandes ciudades del mundo.
Para comenzar, la inexistencia de taxímetros. Un humilde artefacto, mecánico o electrónico, utilizado para establecer la tarifa de los automóviles de servicio público, combinando el tiempo utilizado, la distancia recorrida y el número de pasajeros.
El primero de ellos fue instalado nada menos que en 1897. Los actuales incluyen, como es natural, servicios adicionales para garantizar la seguridad del vehículo y sus pasajeros. Pero eso es en otros planetas. En Lima, para no quedarnos muy rezagados, se intentó, por primera vez, con seriedad en 1967. Se hicieron las respectivas licitaciones, se compró una cantidad indeterminada de aparatos y se conminó a los taxistas a instalarlos pagándolos en cómodas cuotas mensuales.
Al final, a la autoridad le faltó consistencia y a los usuarios participación, y todo quedó en nada. ¿Se imaginan ustedes lo que sería evitar la negociación en cada esquina con el consiguiente ahorro en horas/hombre, en combustible y en contaminación?
El principal argumento en contra de los taxímetros es que elevan el costo, aunque casi en el mismo nivel de importancia están quienes creen que los artefactos serían manipulados para perjudicarnos. Como señalan los especialistas, lo que nos ahorrarnos en un viaje lo terminamos pagando todos en una menor calidad del servicio, una mayor inseguridad y una contaminación más intensa, incluida la acústica gracias a la simpática costumbre peruana de llamar a los pasajeros a bocinazos. ¿Hay alguna autoridad que quiera asumir la responsabilidad y el costo político que pueda tener? (Continuará)



 Tomado de : http://peru21.pe/2012/01/25/impresa/soluciones-faciles-2008898

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