Celso escribió un discurso en contra de
los cristianos, los seguidores de una nueva religión que amenazaba con
conquistar los cuatro rincones del maltrecho Imperio Romano, hecho que
finalmente se concretó. Celso, un pagano estudioso, no es para nada indulgente
con Jesús, ni con los apóstoles, ni con María, ni mucho menos los dogmas que
creían firmemente estos nuevos creyentes. Le parecían tonterías inventadas por
gente ignorante y que solo la gente sin educación lo podía creer. Esto no era
nuevo, ya San Pablo lo daba a entender y hasta se enorgullecía de la “locura de
la cruz”, también el mismo Jesús se
regocijaba cuando decía “Gracias, Padre, porque te reservaste estas cosas de la
gente educada y la entregaste a estos pequeños”.
Esto desprecia Celso: “Ninguno de ellos quiere ofrecer o escrutar
las razones de las creencias adoptadas. Dicen generalmente: «No examinéis,
creed solamente, vuestra fe os salvará»; e incluso añaden: «La sabiduría de
esta vida es un mal, y la locura un bien».”
Creo que cualquiera se incomodaría si,
al debatir con otra persona, esta solo le dijera: “No pienses, solo debes
creerme y si no me crees has demostrado tu error”. Y así lo dice Celso:
Si
ellos estuvieran de acuerdo en responderme, y no en que ignore lo que dicen…
todo iría bien... Pero se niegan y se esconden escudándose en su fórmula
habitual: «No examinéis...etc.»,
Ya luego, San Agustín, San Anselmo y
Santo Tomás fueron al Credo ut intelligam,
que moderaba las cosas, aunque no tanto que digamos.
Lo primero que puede caer en atención a
quien lo lea sin prejuicios es que Celso conoce las Escrituras. Habla con
soltura sobre pasajes de los Evangelios como el que más. "Pero no tiene el Espíritu ni el alma que
infundió a las Sagradas Escrituras", dirá un creyente, y tiene razón. Usa,
más bien la Biblia para oponerse a quienes creen en ella. Dice: “Y todo esto lo sacamos de vuestras propias
escrituras: no tuvimos que acudir a otros testimonios contra vosotros. Os
bastáis vosotros para refutaros a vosotros mismos."
El inicio del Prefacio a este texto es
ya un clásico de la literatura anticristiana:
Hay
una raza nueva de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados
entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por
la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero autoglorificándose con
la común execración: son los Cristianos.
El conocedor de estos temas verá que la
imprecación es casi la misma con que los antiguos paganos –y los actuales, por
cierto- denostaban a los judíos. De hecho, y como bien decía Bernard Lazare, en
los primeros siglos de nuestra era, cristianos y judíos eran casi lo mismo,
como dos sectas de una misma religión. Llegado el triunfo de la Iglesia con
Constantino, se buscó la emancipación total de las creencias judaicas.
La animadversión continúa. Celso apunta
algo que la mayoría de los apóstatas siguientes también refieren: que en Jesús
y sus seguidores no hay nada nuevo. Todo lo dicho y hecho por Cristo lo han
hecho ya otros iluminados, y mucho antes que Él:
Los
peligros que los cristianos afrontan por sus creencias, supo Sócrates
afrontarlos por las suyas con un coraje inabarcable y una serenidad
maravillosa. Los preceptos de la moral de los cristianos, en lo que contienen
de perfección, antes que ellos los enseñaron los filósofos, y especialmente los
estoicos y los platónicos. Sus críticas a la idolatría, consistentes en
sostener que estatuas marmóreas o broncíneas, hechas por hombres a veces despreciables,
no son dioses, fueron antes incontables veces expuestas.
Y critica que Jesús, luego de hacer
tantos milagros (que él llama actos de magia), exprese que cuando vean a otros
hacer lo mismo no les crean porque son falsos maestros y falsos profetas: “¡Ridícula e increpante contradicción! Si
condena con razón a los que lo imitan, ¿cómo es que no se vuelve contra él tal
condena?” Y todavía falta más:
Se
cuenta, es verdad, y exageran a propósito, muchos prodigios sorprendentes que
operaste, curaciones milagrosas, multiplicación de los panes y otras cosas
semejantes. Mas esas son habilidades que realizan corrientemente los magos
ambulantes sin que se piense por eso en mirarlos como Hijos de Dios.
Al tratar del nacimiento de Jesús, Celso,
naturalmente, niega toda posibilidad de que fuera tal y cual la apuntan los
Evangelios. Afirma también que fue mientras vivía en Egipto que Jesús aprendió
los trucos mágicos que luego usó para asombrar al populacho en Jerusalén,
hablando de María dice:
…sobre
los trucos de Jesús, dice que los aprendió en Egipto: Más tarde, impelida por
la miseria a emigrar, fuese a Egipto, allí alquiló sus brazos por un salario;
mientras tanto tú aprendiste algunos de esos poderes mágicos de los que se
ufanan los egipcios.
Y continuando sobre el episodio de la
Huida a Egipto de la Sagrada Familia:
¿Por
qué fue preciso que te llevasen para Egipto? ¿Para salvarte del exterminio de
la espada? Pero un Dios no puede temer a la muerte. Un ángel vino a propósito
desde el cielo para ordenarte a ti y a tus padres la huida. El gran Dios que ya
se había tomado la molestia por ti de enviar dos ángeles, ¿no podía entonces
proteger a su propio hijo en su propio país?
“Huyó para cumplir al antigua profecía”,
dirá el apologeta.
Declara inútiles las profecías del
Antiguo Testamento, a causa de que podrían atribuirse a cualquiera:
Un
profeta, es verdad, dijo en otro Tiempo en Jerusalén que un hijo de Dios vendría
para hacer justicia a los fieles y castigar a los malos. Pero ¿por qué habría
de aplicarse a ti precisamente, con preferencia a miles de otros nacidos desde
esa profecía, tal vaticinio? (…)
En
vano alegáis las profecías: hay una infinidad de otros personajes, a los cuales
ellas se podrían aplicar con más justo título.
Y de los Reyes Magos y Herodes…
Cuentas
que algunos caldeos, no pudiendo contenerse ante el anuncio de tu nacimiento,
se pusieron en camino para venir a adorarte como Dios, cuando aún estabas en la
cuna; cuentas que dieron la noticia a Herodes el Tetrarca, y que éste, temiendo
que tú usurpases el trono cuando fueses mayor, hizo decapitar a todos los niños
de la misma edad, para hacerte perecer infaliblemente. Pero, si Herodes hizo
eso movido por el temor de que más tarde ocupases su lugar, ¿por qué tú no
reinaste, cuando llegaste a ser mayor?
“Herodes equivocó la profecía” dirían
los apologistas, “Cristo no reinaría en un trono material y corruptible, sino
en un espiritual y eterno”.
Y también se manda contra las propias
profecías de Cristo hechas por Él mismo:
Había
previsto y predicho él mismo todo lo que le aconteció. ¡Qué bella
justificación! Es como si, para probar que un hombre es justo, se demostrase
que cometió injusticias; para probar que es irreprochable, se demostrase que
vertió sangre; para probar que es inmortal, se certificase que murió,
argumentando que él había previsto todo eso.
Al final, termina afirmando que a Jesús
casi nadie le creyó, ni sus mismos seguidores que luego se echaron para atrás
en el momento de máxima desesperación. Por ello, concluye, ese Cristo ha
demostrado su falsedad e ineficacia.
Nos
atribuís el crimen, raza crédula, de no haberlo recibido como Dios, de no
admitir que él sufrió para el bien de los hombres, a fin de que aprendiésemos
también nosotros a menospreciar los suplicios. Pero la realidad es que, después
de haber vivido sin haber podido persuadir a nadie, ni siquiera a sus propios
discípulos, fue ejecutado y sufrió lo que ya se sabe. (…)
En
el discurrir de su vida acá en la tierra, todo lo que pudo hacer fue atraerse
hacia sí a una docena de marineros y publicanos, y aun así no consiguió
conciliarlos a todos. Pero éstos, que vivían familiarmente con el que oían su
voz, que lo tenían por maestro, cuando lo vieron torturado y muriéndose, no
quisieron ni morir con él, ni morir por él; olvidaron el desprecio por los
suplicios; es más, negaron que eran discípulos suyos.
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INTRODUCCIÓN
Este
artículo no quiere ir contra ninguna creencia religiosa. No es el motivo. No
puede desaprobarse el conocimiento en sí y menos cuando alguien está seguro de
lo que dice creer. En realidad, solamente quiero examinar cómo va mi cultura
patrística. Para ello, quiero hacer un comentario a las primeras
secciones del famoso Discurso de
Celso contra los cristianos. No creo que gane publicidad al escribir sobre un
asunto tan desconocido para la mayoría de personas, sin embargo, no es mi
intención ganar likes.
Este
Celso fue un estudioso pagano de la época de las persecuciones contra los
cristianos. Por la seguridad con que escribe sus dichos, supongo que vivió en
la era preconstantiniana o, al menos, a inicios de esta. De otra forma, un
escrito así habría sido fuertemente censurado por la autoridad imperial,
especialmente desde Teodosio. Quizá fue contemporáneo de Tácito, otro personaje
que no gustaba de la nueva religión.
Si no me
equivoco, este escrito fue refutado por San Ireneo, lo que indicaría que fue escrito
en el siglo III o IV. De ser así, también deben existir respuestas de Orígenes
o Tertuliano, cuando no de San Cipriano, todos ellos tremendamente activos por aquellas
épocas. Tengo en la mente un Adversus
Celsus, pero no recuerdo su autor.
No
trataré de todo el Discurso. Es mucho para mí aún. Hablaré, más bien, del
Prefacio y del Primer Libro nada más. Pero creo que, cualquier interesado
debería darle una lectura completa porque no tiene pierde. Parece que toda
crítica que se ha hecho al Cristianismo hasta nuestros días puede retrotraerse
hasta este Discurso. Voltaire y Renan estarían contentos si lo leyéramos.
De haber
inconsistencias, se deben al hecho de que no use material adicional al momento
de redactar estas notas. Lo único que tuve a mano, y es obvio, fueron las
secciones aludidas del Discurso Verdadero.
Como expresé al principio, quise escribir todo esto para ver si aún recordaba
algunos libros que estudié años atrás. Las frases bíblicas son aproximadas.
(He
puesto la Intro al final porque creí que era lo que menos llamaría la atención
sobre el asunto, si alguien lo leyera.)