¡Yo soy Peregrino del Santo
Sepulcro! Respondió Marchenoir con su hermosa voz grave y clara. Soy eso y nada
más. La vida no tiene otro objeto, y la locura de las Cruzadas es la que más
honra a la razón humana. Anteriormente al cretinismo científico, los niños
sabían que el Sepulcro del salvador es el Centro del universo, el pivote y el corazón de los
mundos. La tierra puede dar vueltas cuanto quiera alrededor del Sol. Yo lo
consiento, pero a condición de que este astro, que no está informado de
nuestras leyes astronómicas, continúe tranquilamente su revolución alrededor de
ese punto imperceptible y que los millares de sistemas que forman la rueda de
la Vía Láctea continúen en movimiento. Los cielos inimaginables no tienen otro
empleo que el de marcar el lugar de una vieja piedra donde Jesús ha dormido
tres días.
…
Me basta creer con los antiguos que el Lugar Santo debe
volver a ser, en el tiempo señalado, la Sede Episcopal y real de esta Palabra que
juzgará todas las palabras. Así sería resuelta la Ansiedad famosa que los
políticos llaman tan tontamente la Cuestión
de Oriente.
…
Deberíamos estar horriblemente tristes,
agregó el extraño profeta, como hablando consigo mismo. He aquí que se hace tarde y se viene la noche en que nadie podrá obrar.
Somos muy viejos y los que nos siguen son más viejos todavía. Nuestra decrepitud
es tan profunda que no sabemos ni siquiera que somos IDÓLATRAS.
Cuando Jesús venga, aquellos de entre
nosotros que “velarán” todavía a la claridad de una pequeña lámpara, no tendrán
ya la fuerza de volverse hacia Su Faz, de tal manera estarán atentos a interrogar
los Signos que no podrán dar la Vida. ¡Será preciso que la Luz los golpee en la
spalda y que sean juzgados por detrás!...
León Bloy, La Mujer Pobre
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