Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

miércoles, 17 de agosto de 2016

TACNA 2

¿QUÉ SE HA DICHO ACERCA DE NUESTRA CIUDAD?
Trataré a lo largo de este mes de Aniversario de Tacna, de poner escritos que se hayan dicho acerca de nuestra queridísima Tacna por gentes nacidas aquí y también, en tanto me sea posible, gente de allende el Intiorko. 




INFANCIA EN TACNA


Ni altos edificios, ni palacios señoriales, ni escudos solariegos, ni conventos o iglesias imponentes, ni balcones morunos, ni rejas lujosas, ni ruinas seculares habían en Tacna. La ciudad, pequeña en sentido horizontal, con sus diez mil habitantes, lo era también en la medida vertical: dos pisos a lo más y, casi siempre, un piso en las casas de bellos y típicos techos muchas veces en linda forma del mojinete que hoy, por desgracia, van desapareciendo y con las paredes de la calle pintadas de colores variados pero sin estridencias: amarillo púrpura, naranja o zapallo, verde lechuga. En las calles de admirable limpieza aún no del todo olvidada y cuya luz era de patio, según las palabras de Jorge Luís Borges al evocar a Montevideo, se solía respirar (y aquí no hay retórica) un olor a fruta y a flor. Cerca de muros o balcones, de verjas y patios, de glorietas y quintas florecían geranios, alhelíes, lirios, claveles, rosas, nardos, azucenas, jazmines, hortensias, heliotropos, juncos. Pero acaso, para un blasón evocador, habría habido que trasplantar de la ciudad la buganvilla y de la campiña la humilde y omnipresente retama. Y en cuanto a los árboles, era indudable que tenían una calidad representativa la vilca y el molle, aunque este último se ha esparcido por todo el Perú como pidiendo que lo reconozcan como árbol nacional. Por otra parte, el granado, con el que tantas veces tropezábamos, circunda, asimismo, doblemente, al recuerdo y a la nostalgia.

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Hoy un lamentable a la vez que inevitable afán de imitar, ha hecho que se vayan multiplicando al lado de algunas residencias magníficas surgidas sobre todo en la parte moderna, fachadas anónimas aunque pretenciosas dignas de pertenecer a los barrios de Jesús María o de Lince en la capital y no pocas  tiendas, algunas de ellas invasoras de viejas casonas, Pero esta "destacneñización" de Tacna ayudada por la indiferencia municipal y la del Instituto de Cultura limeño, aún no ha logrado su final victoria y quedan reductos impertérritos de la autenticidad y del buen gusto, a veces no incompatibles con una digna pobreza.
A pesar de todo, no son muchas las urbes en el mundo con un lugar de residencia y de caminata con las características de anchura, longitud, uniformidad en el trazo y el encanto de la Alameda. Ante ella no caben ni el olvido ni el desdén del viajero más cosmopolita.

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Y en una de las residencias de allá al final de la Alameda, quisiéramos pasar los últimos días de nuestra vida y, rodeados por este paisaje, cerrar los ojos para siempre.

A pesar de todas las grandezas que hemos visto en otras ciudades  y en otros paisajes, para nosotros, pobres, humildes, nuestra ciudad chiquita y desventurada y la tierra árida que la circunda nos hacen agolpar, a pesar de todo, una extraña sensación en la garganta, nos hacen latir el pulso más aprisa, nos enriquecen con algo que no puede expresarse en palabras, nos infunden alegrías que podrían parecer primitivas y penas que, más allá de los años, desbordan el corazón. Emanan del terruño familiar y no pueden ser descritas ni olvidadas. Aunque estamos presos en la cárcel de la mortalidad y sin desmedro de nuestra autonomía, de nuestra soledad y de los diversos vínculos que por afecto, deber, azar, capricho o elección madura podamos tener, él hizo que, inevitablemente, seamos acordes, a veces disonantes, dentro de una larga y aún inconclusa sinfonía, brochazos leves en un cuadro panorámico, gotas fugaces inmersas en una corriente que, a pesar de todo, nos une por hilos de sangre en cuyas esencias hay algo del aire, el agua, la luz o el alimento comunes; y corre, a través del tiempo inconmensurable, por canales más angostos que las acequias parcas de aquellas chacras pródigas.




JORGE BASADRE, La vida y la historia.



Imagen antigua de la Avenida Bolognesi, Tacna (internet)





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