Pongo
aquí una especie de alegoría a mi inquietud por lo que se conoce como Investigación.
En realidad, soy de la opinión de que el nombre es aburrido y está muy
manoseado; por eso quise darle algo de sentimiento y le cambié el nombre. Le he
puesto Ximena. Explico la historia más abajo.
Son las dos de la mañana. No puedo dormir. Cada día me inquieta más
la imagen de una mujer. Ximena es su nombre y no puedo creer la perfección de
esas tres sílabas, de mí tan cerca y tan lejos a la vez. Ese nombre está hecho
para vivir conmigo; lo he soñado y vivido. Es como si yo mismo se lo hubiera
puesto. Desde niño me has atraído. Admito que estoy enamorado. No he tenido aún
el valor de confesártelo, te he estado mirando de lejos, con temor, y algo de
curiosidad: no sales mucho y aun así, siempre te veo rodeada de amigos. Son
tantos que no me dejan acercárteme. Has
sido novia de varios de ellos, aunque las relaciones nunca terminaron bien. No creo
equivocarme si te dijera que son ellos los que siempre terminan contigo. Lo más
extraño es que a ti parece no importarte y te buscas a otro. ¿Y sabiendo todo
esto me quiero enredar contigo? El amor no piensa, solo siente. Yo creo que
esta vez será diferente. Ximena, casi nunca nos encontramos y sin embargo, he
visto en ti lo que no he podido encontrar en cualquier otra: me has encantado.
Esta mañana me decidí a buscarte en tu casa. Quería decirte lo que
tengo todo este tiempo guardado; yo sé que podemos tener algo juntos. No sé de
dónde saqué las fuerzas para hacerlo; he ido con toda mi voluntad, pero contra
mis infinitos nervios y reservas. No quería verte acompañada. Te quería sola,
sola conmigo ese instante. Pero todo fue un fracaso. Acabo de regresar. No
logré nada. Estoy ofuscado. Ni siquiera pude verte. Llegué, toqué el timbre en
el lugar que tenía como tu casa. Solo encontré a un grupete de señoras medio
sordas que apenas y me hablaron. A la verdad, no creo que sea tu casa. ¡Ni
siquiera te conocían! ¿Qué significa esto? Me encuentro perplejo.
Han pasado tres días. No he soportado más la angustia y te estoy
buscando ahora mismo. ¡Hay otras mil formas de encontrarte! En esta ocasión,
usaré internet. ¡Bingo! ¡Qué veloz! Allí estás. Estás en línea. Ya no importa si crees que estoy desesperado por
encontrarte; no me importa. Te escribiré… pasan unos minutos…no me respondes. Insisto.
¡Ahí estás! Me preguntas que quién soy. Te doy mis señas; lo recuerdas y me
saludas con una sonrisa “:)”; te vuelvo a preguntar. “Sí,
es mi casa. Yo no estaba en ese momento” “Falso, ¿por qué no me quieres decir
dónde vives?”, escribo sin notar la desesperación y agresividad de la frase.
“Oye, qué te pasa. ¿Me estás llamando mentirosa?”,
respondes. “No, para nada”, contesto,
pero por dentro sí, te estoy llamando mentirosa y me remuerde el corazón este
pensamiento. Intento una justificación: “¿Cómo
es que no te conocían, entonces? ¿En tu propia casa?” Expresión de risas.
Yo no le veo la gracia. “Es que tú no
sabes con qué tipo de gente vivo”, me escribes, “son personas a las que les importo un bledo; es como si no me
conocieran. Es más, empiezo a creer que me toman por una intrusa. Además, son
de edad y ya están aburridas de alojarme”. No le niego esto último; los tipos
que vi en su ´casa´ tenían cara de apáticos y molestos.
Hoy te vi, nuevamente con un acompañante. Estoy cierto de que será
un estado pasajero. ¿Así será por siempre? ¿Qué ganas con esto? Son buenos
chicos, cierto, pero no les interesas, ¿no lo notas, acaso? Vuelvo a
escribirte: “Ximena, ¡tú te has dejado
rebajar! Tú no eres para ellos; tú te dejaste confundir, porque tú no eres así,
parecieras tu sombra. Nadie te merece aquí. Déjame cortejarte, acéptame la
cita; yo sí puedo darte lo que buscas. Te hablo así tan idiotamente porque tú
sí me gustas. Yo sí te quiero”. “Friendzone“. “:(”
finis
No
es la primera vez que intento un texto de esta naturaleza. En JOSÉ MI HISTORIA
escribí sobre el desarrollo del Perú, pero no creo que se haya entendido ni
jota desde esa perspectiva. Por eso, he decidido, colocar la interpretación de
este nuevo. Ahí va.
De
niño, cuando veía a algún pariente exaltar a los cuatro vientos su nuevo o
antiguo trabajo, no entendía por qué mostraban tanta satisfacción. “Estoy en tal Corte”, “en mi negocio ganamos
un dineral”, “me pagan bien y tengo muchas horas libres”, “como ganó X ya tengo
chamba fija; tanto esfuerzo ayudando en la campaña no fue por las puras. Ojalá
fueras más grande y te llevo conmigo; haces cualquier cosa y te pagan bien”.
Entendía
muy bien eso de la alegría por el dinero que se ganaría, debido a que mi familia
no es de tenerlo abundante. Lo que no captaba era el ufanarse por el trabajo
per se. Siempre pensé que, de las distintas labores que la gente realizaba, la
única verdaderamente valiosa era la que creaba, la que buscaba y exponía algo no
hecho antes. Con el paso de los años, he moderado mi pensamiento un poco: hay algunas
otras ocupaciones que también valen. Pero sigo creyendo que la más elevada es la
que crea algo novedoso, o lo encuentra, o lo idea al menos.
Con
el tiempo, además, hallé que a eso en ocasiones lo llamaban INVESTIGACIÓN,
y lo enseñaban en universidades e institutos, aunque su forma de hacerlo es
aburrida, no por los docentes que la imparten a propósito, llenándolas de pasos
tras pasos, métodos, y definiciones los que, sin embargo, dada la naturaleza
didáctica que deben tener estos centros de instrucción vienen a ser totalmente
necesarias. Yo he recibido clases de este tipo. Y me ha llamado la atención
grandemente esto de “investigar”, aun y a pesar de las clases.
He
querido encontrar un lugar en la universidad de Tacna que se dedique a la
investigación. Quería conocer qué proponía, qué labor realizaba, si yo podría
unírmeles, aunque sé que todavía soy un sumo inexperto. Nadie me dio razón. Ni los
mismos encargados de la Nacional sabían a lo que me refería y por eso me pedían
que me explique mejor; yo no estaba tan nervioso como para no hacerme entender.
Salí decepcionado. No era cierto: había leído que la Universidad debería ser la
sede de la investigación.
Opté
por buscar en las página web de la U. tuve esperanza al inicio, hallé algo
llamado OGIN (Oficina General de Investigación); pero la esperanza se esfumó al
punto. Fuera del halagüeño nombre no hallé más: links desactualizados, pocas ideas,
poco uso. He estado buen rato mirando la pantalla de la PC sin encontrar respuesta.
Es cierto, ya lo sabía. Tenía la certeza de que no encontraría gran cosa en mi
búsqueda.
Se
me ocurre otra idea. Quién sabe. Solo intento alargar mi tenue esperanza. Voy a
buscar algo interesante en la UPT. Peor. Ni siquiera hay una esquina baja que
hable del tema. ¡Qué fiasco! Hubiera querido creer en que para algo sirven
nuestros institutos superiores. Misión, Visión, Oficinas de investigación,
todas inútiles, sin alma y llenos de letras.
Escribo
esto a modo de desahogo. Es incómodo. Aquí investigar solo sirve para que les
den esos cartones inflados. La investigación es reina en los últimos años de
cualquier carrera dizque profesional; solo ahí. La utilizan. Cayó bajo. Será
necesaria para sacar un título cualquiera y todo eso, pero no merece el nombre.
Peor aun: eso que hacen no es investigación, es su penumbra. No por ella misma,
sino por el descuido con que se va elaborando y con el desgano con el que los
jurados califican. Sin mentira, a las instituciones superiores no les interesa
la Investigación; tal vez, no sea tan necesaria una Universidad o Instituto. La
friendzone sería más bien a la casa de la historia y no a Ximena. “:)”