A monseñor Manuel Muñoz lo
tengo en mis recuerdos como el primer sacerdote que conocí en las esporádicas
visitas a la parroquia Virgen de Fátima a la que me llevaban por alguna fiesta.
Este hombre de Dios falleció hace no mucho en su casita aquí en Tacna, ciudad
que adoptó como propia el gran número de años que vivió acá. Mi hermana me pasó
la noticia del deceso en febrero. El día de hoy aparece nuevamente en mi mente debido
a una invitación que han entregado a mis padres para las actividades por fiesta
de la Virgen de Chapi a la que, como
buen arequipeño, fue tan devoto monseñor Muñoz.
Se me aparecen con extraña
claridad el VolksWagen rojo que se manejaba el padrecito aparcando frente al atrio
de la parroquia de Fátima. Niño como era cuando lo vi como párroco -y falto de
una real educación religiosa (como el 90% de los católicos)- le tenía más miedo
que respeto al padre Muñoz. Y no era para menos, el padrecito fue siempre de
carácter enérgico, sin cortapisas. El tono de su voz se elevaba del promedio
por lo que siempre se hacía notar. Decía su parecer sin medias tintas, en
público o privado. De ahí que varios -aun de su propia feligresía- no lo veían
con buenos ojos.
El acento español con que
hablaba siempre me hizo pensar que era un misionero venido de la Península; mi
mamá en ocasiones se cuestionaba: “¿Por qué será que todos los padrecitos hablan
como españoles?” Ahora, al conocer que monseñor era arequipeño se me viene la
misma interrogante. Conozco bien que España siempre ha tenido un número alto de
vocaciones, al punto de estar en posibilidad de exportar presbíteros. Sin
embargo, actualmente, si nos damos una vuelta por las parroquias locales, estas
cuestiones no tienen más vigencia. Y, repito, el padre Muñoz no era español.
Sigo con la duda.
Le gustaba cantar la Biblia
más que leerla solamente, sobre todo en la partes de los Salmos responsoriales.
Comentaba que el canto hacía vivir más la Palabra que la sola lectura; seguía
así el conocido dicho de San Agustín: “El
que canta, ora dos veces”. Y ya que estamos en esto, diré que tenía una voz
cadenciosa para el canto religioso. Imagino que en su época de seminarista se
aprendía más el canto gregoriano que hoy día. Y claro, a causa de haber vivido
sus mejores años con el rito preconciliar, nunca dejó de alabar las bondades de
muchos aspectos de las misas de antes del II Concilio Vaticano. Poco le faltaba
para volver a celebrar misa en latín. Al cabo de unos años, el padre Muñoz se
retiró y dio paso a una serie de sacerdotes encargados de las parroquias de
Fátima y Chapi, de los cuales, el último y actual es el padre Agustín Arrubia
García, colombiano.
Cuando, allá por verano del
año 2006, se anunció en Fátima que el padre, monseñor Muñoz, regresaba a su
parroquia en misas diarias en el horario de las 7:00 de la mañana, tuve deseos
de ir y participar del rito. El día indicado, allí estaba el escarabajo rojo
frente a la parroquia, temprano como siempre. Pero monseñor estaba
prácticamente solo. Dos, tres personas nada más incluyéndome a mí. Me forcé a
asistir a diario, tal vez porque no me parecía justo que la grey reciba con tan
poco entusiasmo al que fue su dedicado párroco por tantos años. Mi mamá me
acompañó un par de veces. Fui durante todo el mes; siempre la parroquia
permaneció casi vacía. Quizá ese recibimiento era en parte motivado por las
enemistades que se ganó en su época al lanzar duras críticas a esa fiesta (que
tiene más de pagana que cristiana) de las cruces, también por el lío en que se
metió por querer ampliar el terreno de la parroquia de Fátima, para ocupar toda
la cuadrita en que se ubica, objetivo que finalmente parece no logró. Hoy, esa
sección adyacente a la parroquia se llama Hogar
de la Madre, o algo así. En fin, al terminar la época de vacaciones viajé a
Arequipa y no supe más del padre Muñoz hasta el momento de su fallecimiento.
…
Hoy, la frivolidad con que
los voluntariosos de las parroquias apoyan en las diócesis locales, no cuadraría
para nada con el carácter o, mejor dicho, con el espíritu del padre Muñoz. Él
pertenecía a lo que puede llamarse la vieja guardia de la Iglesia, aquella algo
más conservadora, sí, pero sobre todo, Iglesia más serena, más espiritual y
quizá más consciente de su misión trascendental que la actual. El padrecito poco
a poco fue retirándose de las labores pastorales, obviamente, a esto contribuía
su avanzada edad y las limitaciones que conlleva. Sin embargo, Monseñor Muñoz
ya no pertenecía a nuestra época, su modo de ver la Iglesia, resulta hoy
anticuado y hasta incómodo. Es su constancia en amar lo que amó siempre y
defenderlo sin temor al qué dirán lo que merece para mí nuestro reconocimiento
y memoria. Amen dico tibi, hodie mecum eris
in paradiso.
Este es el texto que me devolvió el
recuerdo de monseñor Muñoz:
EN
MEMORIA
MONS.
MANUEL MUÑOZ BERNEDO
(Q.D.D.G.)
Monseñor Manuel Muñoz Bernedo, nació el
25 de Mayo de 1923 en Villa Yarabamba-Arequipa. Hijo de Don Eugenio Muñoz Hidalgo
y Doña Herminia Bernedo Málaga, fue el segundo de cuatro hermanos: Primitiva,
Manuel, Óscar y Eugenio. Culminados sus estudios ingresa al seminario, tras una
esmerada formación, se ordena Sacerdote el 07 de Junio de 1947. Desempeñándose
como Párroco en distintos poblados de su ciudad natal tales como: Andagua,
Cabanaconde, Chiguata y Characato, además en la Iglesia de San Agustín.
Su Ministerio Sacerdotal le dio la
oportunidad de trabajar en Moquegua para luego hacerlo en Tacna, gracias a
Mons. Alfonso Zaplana quien lo trajo, sirvió en Pachía, Candarave y Toquepala.
Fue Capellán de la Guardia Civil, y de los colegios Corazón de María y Santa
Ana. Su labor pastoral la conjugaba también con el ejercicio de la docencia. En
la Curia de Tacna se desempeño como Canciller de la Diócesis. En la Parroquia
Nuestra Señora de Fátima, como Párroco se caracterizó por ser un hombre cabal
en principios y valores, su amor entrañable a la Virgen María lo impulsa a una
lucha férrea por obtener un terreno y erigir el Templo para veneración de su
Mamita, ¡con ese amor que el lo decía!, a su Mamita de Chapi, sueño que vio
hecho realidad, luego de cumplir 50 años de Sacerdocio.
Este gesto de lucha le mereció el
aprecio y reconocimiento de su feligresía.
Dedicó más de cincuenta años al servicio
de Dios y al prójimo. Nuestra eterna gratitud Mons. Manuel Muñoz Bernedo por su
entrega. Que Dios le retribuya con generosidad la gloria eterna.
AGRADECIMIENTO
El Padre Agustín Arrubia García y la
Comunidad de Devotos de la Santísima Virgen de Chapi, agradecen su presencia en
las Fiestas en Honor a nuestra Mamita.