Luego de Halloween, La canción
criolla y el Día de los difuntos, un
gran porcentaje de gente ha dado la bienvenida a noviembre con una resaca de
rompe y raja. Lo merecemos, creo. Con estas fiestas nos hemos introducido de
lleno al último bimestre del año. Las tiendas de Coronel Mendoza ya muestran
sus artículos navideños a los compradores; desde octubre, los bancos en la tele
nos apuran para sacarnos un préstamo y así empezar la campaña de Navidad. En
fin, el clima y anuncia también la Navidad: Papá Noel (mi tocayo) debería andar
en short y polo acá en Tacna, porque se nos viene el verano: ya se siente mucho
más calor que antes.
Hoy día, regresando a casa en la típica
combi llena de gente, de techo bajo, asientos sucios y cobrador malcriado (y
también sucio, desaseado), subían los señores y señoras y pasaban a mi costado
con el brazo todo estirado. Ya se deben imaginar el dulce aroma que se sentía
en ese lugar.
Yo aproveché el feriado para esconderme,
solo o acompañado, en lugares ruidosos y medio oscuros, con desconocidos que
también se escondían de quién sabe qué. Como no soy un vampiro total, el día
domingo salí fuera a uno de los lugares que siempre quise conocer: Tarata. Linda
jornada la de ese día. Terminé agotado y hoy siento recién las consecuencias de
estar tanto tiempo en la piscina de
Putina expuesto al sol.
Habría que agradecerle a estas
fiestas (con todo y críticas que reciban de algunos) el hecho de despertar en
nosotros los simples mortales ese deseo tan intenso que vi en la gente por
querer divertirse, mejor dicho, querer ser feliz. Parece que esperamos estas
épocas solamente para reír de oreja a oreja, comprar bagatelas, beber el “vino
que alegra el alma”, lanzarnos a conquistar mujeres, salir de paseo y bailar
hasta hacer el ridículo.
Es que no tenemos tiempo otros
días; es que no hay dinero.
Otra causa para que tengo para
rajar del trabajo.
En fin, Halloween ha pasado, está detrás; pero nos lleva la delantera
precisamente porque ya ha pasado de nosotros, nos ha ganado. Habremos de correr
un año más -un año de fatigas, tedios, enojos y algunas sonrisas- para alcanzarlo nuevamente, sin esperanzas de
ganarle la carrera, ni siquiera de mantenernos a su altura. Y así será Navidad, Año
Nuevo y tu cumpleaños… Aunque usted no lo quiera.
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