Esto viene a causa de algunas –espero exageradas- noticias oídas desde Tacna hace ya buen tiempo. Esto es, por si acaso, escrito entes de la ii guerra; el libro del que lo saqué señala el año de 1939.
LA CONVERSIÓN DE ISRAEL
por el R. P. Joseph Bonsirven, S. J.
"Yo os digo que muchos vendrán del Oriente y del Occidente y ocuparán un lugar con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, cuando los hijos del Reino serán arrojados en las tinieblas exteriores". Meditando esta amenazadora predicción de Jesucristo, el creyente se siente completamente desorientado por la paradojal conducta de Dios con respecto a Israel. Hace siglos eligió a Abraham para reinar por él en el mundo. Separa en seguida a los hijos de Jacob de entre las naciones para hacer de ellos su pueblo de elección, su porción, la primera célula de su Reino; con una maravillosa paciencia, emprende y prosigue la educación de esas tribus idólatras y voluptuosas, produciendo el hecho único y trascendente de una historia santa ("Epístola a los Romanos", X, 2 y XI, 7. Esos tres capítulos IX-XI de la gran epístola están llenos de vistas profundas sobre la incredulidad de Israel y su conversión futura) (...)
Y cuando los tiempos llegan a su plena madurez, y cuando el Reino hace su aparición, los judíos son apartados de él, no alcanzan lo que persiguen desde hace generaciones...
¿Hay que proclamar que han fallado los planes divinos? San Pablo, celestemente iluminado, ve en ese inesperado cambio la aplicación de una ley que gobierna toda la historia de Israel, la ley del "pequeño resto": desde el Sinaí, los hebreos, en su conjunto, se mostraban rebeldes a las direcciones del Señor...
Siguiendo esa doble tendencia, claramente trazada desde la aparición del Cristianismo, los judíos no dejan de dividirse... ¿Por qué, de una parte, ese rechazo casi universal? ¿Cómo, por otra parte, se manifiesta esa aceptación de una valiente minoría?
Como cristianos, y no como puros historiadores, abordamos este problema.
I._ POR QUÉ LOS JUDÍOS RECHAZAN A JESUCRISTO
Indiscutiblemente, la línea seguida por los judíos contemporáneos de Jesús ha determinado la dirección tomada después por el judaísmo.
Si abrimos los Evangelios, comprobamos que las muchedumbres han quedado favorablemente impresionadas por el Profeta de Nazareth. Su enseñanza personal los subyuga: "Nadie ha hablado como este hombre"; sus milagros les llenan de una temblorosa admiración: "Cuando venga el Mesías, ¿hará más prodigios que éste?" En las almas simples la fe está a punto de surgir. Pero esa buena voluntad queda paralizada, esos comienzos de adhesión, convertidos en gritos de maldición y de condena por la intervención de los jefes que el pueblo reverencia y escucha.
Casi desde la primera hora, los fariseos declaran la guerra al Nazareno y conspiran para perderle. ¿Por qué? Porque viola las legislaciones con que los rabinos han sobrecargado la Ley del Sábado, porque reprueba las tradiciones de los Ancianos..., en una palabra, porque prepara la abrogación de las observancias.
Esta proposición no puede dejar de sorprender a los cristianos. El nudo del debate entre los judíos y los cristianos, ¿no era el tema de una importancia infinitamente más elevada? El predicador de Galilea ¿es, sí o no, el Mesías, el Hijo de Dios?...
Sin duda, este es el punto capital...No obstante, según todos los documentos evangélicos, el choque entre Jesús y los fariseos se produce ante todo con respecto a la Ley. Sobre este punto se produce la oposición fundamental y decisiva. (...)
...los rabinos percibían, más o menos obscuramente, la diferencia fundamental que levantan hoy día los doctores judíos entre el judaísmo y el cristianismo: el uno es la religión de la Tora , el otro la religión de un hombre, la religión de Jesucristo. En el uno basta con cumplir todos los mandamientos para tener derecho a las recompensas divinas; en el otro, la fe en el Hijo de Dios, el abandono total a su gracia, son las condiciones de la salvación; perderse para ganarse, actitud de renunciamiento sobrenatural que repugna al positivismo judío. (...)
Esa actitud de rechazo y de anatema se exaspera todavía por la enseñanza de un Pablo, al libertar a los nuevos cristianos del yugo de los preceptos judíos y calificar a la Ley de instrumento del pecado y substituir la circuncisión corporal por la circuncisión espiritual. (...)
Las causas religiosas del alejamiento
En el origen eran los judíos quienes acusaban a los cristianos de error y de impiedad. A su vez los cristianos echan la culpa a la religión judía; por ambos lados se cava una fosa cada vez más profunda y más infranqueable.
Cada vez más el gran tema de discusión es Jesucristo. Ha dado todas las pruebas de su mesianismo y de su divinidad, según aseguran sus fieles; por consiguiente, los que lo rechazan son impíos... Los judíos por el contrario, acusan a los cristianos de politeísmo e idolatría. La adoración de un hombre, el dogma de la Trinidad , son incompatibles con el monoteísmo revelado. (...)
Particularmente irritante para los judíos es la pretensión de los cristianos de ser el verdadero Israel, el Israel según el espíritu, y también las conclusiones que sacan de la destrucción del templo, de la ruina de Jerusalén y de la dispersión de Israel; todos ellos signos providenciales, aseguran, de la decadencia del pueblo elegido y de las maldiciones que pesan sobre él.
Esta última tesis abre el camino a los conflictos sociales.
Al principio el cristianismo se presentaba como una secta judía; muy rápidamente reclutó a los gentiles, sin sujetarlos a las observanzas judías. Desde entonces el separatismo judío se aleja de esos extranjeros impuros. Lucha de razas más implacable que las luchas de religión. (...)
Sin embargo, menos de tres siglos después de la muerte de Jesús, la Iglesia triunfa también políticamente y, con los césares bautizados, alcanza el imperio del mundo. Muy pronto la Iglesia y el poder civil toman contra Israel medidas de excepción y discriminación, que no cesarán de agravarse hasta el Renacimiento; estas medidas tienden a restringir la influencia social y económica de los judíos, a relegarlos a un rango inferior y humilde, a señalarlos con marcas infamantes como a gentes que se debe evitar, a limitar sus derechos civiles...
Desde le primera Cruzada, las persecuciones se agregan a las leyes restrictivas: matanzas, pillajes (...). Estas vejaciones, contra los cuales Papas y obispos consiguieron con mucha frecuencia protegerles, no dejaron de ser imputadas por los judíos a la Iglesia (...)
En semejantes disposiciones cómo no tratar la conversión al cristianismo de cobarde capitulación, de afrentosa traición. Y en nuestra época en que el judaísmo adquiere una conciencia más celosa de su unidad y de su cualidad específica nacionales, estigmatiza como desertor y tránsfuga a aquel de sus miembros que se hace cristiano. Poco importa que el convertido estuviese de antemano alejado del judaísmo. No se maldice al judío que hace profesión de ateísmo o irreligión, sino únicamente al que se hace cristiano, aunque asegure que con ello comulga más estrechamente con el alma tradicional de Israel. El judío, aunque esté desjudaizado hasta la médula, pertenece todavía al judaísmo, mientras que el judío cristiano está perdido para su pueblo. Así los sionistas se niegan a tratar como compatriotas a los judíos que creen en Cristo, aunque hayan sido atraídos a la Palestina por el mismo culto apasiona por la tierra y la nación de Israel.
II._ COMO SE HACEN CRISTIANOS LOS JUDÍOS
Divisiones religiosas reforzadas y como fecundadas por resentimientos sociales: tales son los obstáculos que cierran a los judíos el camino hacia el Cristianismo. Si el segundo obstáculo desaparece, el acceso se hace menos difícil.
En efecto, el periodo favorable para las conversiones es únicamente aquel en que los judíos y cristianos viven en buena inteligencia. (...)
En el principio, miríadas de judíos, en Jerusalén y la dispersión, se unieron a los Apóstoles (Actas, XXI, 20). En España, donde la civilización judía conoció una verdadera edad de oro, gran cantidad de israelitas hicieron profesión de cristianismo, algunos por interés, pero la mayor parte con toda sinceridad...
En el siglo XIX las naciones europeas emanciparon sucesivamente a sus poblaciones judías, acogiéndolos como a ciudadanos en pleno ejercicio; y en muchos países se extinguieron también, por tiempos más o menos prolongados, los sentimientos y las manifestaciones antisemitas. Así en el curso de este siglo se podía contar 204.540 judíos hechos cristianos (57.300 católicos). (...)
¿Cómo se han obtenido esos resultados? Pasamos rápidamente sobre los trabajos de los protestantes. Para la misión judía, las diversas iglesias protestantes, sobre todo en los países anglo-sajones, han hecho un esfuerzo enorme; alrededor de mil ministros consagrados a esa tarea y un presupuesto de diecisiete millones de francos. El apostolado es llevado metódicamente: obras de educación y de asistencia están destinados a abrir los corazones; predicaciones y catecismos, visitas a domicilio... Los resultados obtenidos, aunque no constan sus cifras, son considerables.
También, como hemos visto, son satisfactorios los frutos cosechados por el Catolicismo. Sin embargo, éste no posee ninguna institución comparada a las misiones judías protestantes. Desde hace algunos años se han creado en ciertas diócesis Obras de Israel, que tiene por objeto procurar la buena inteligencia entre judíos y cristianos y facilitar el acceso de éstos a la Iglesia. En 1842 y 1845 los célebres convertidos Teodoro y María Alfonso Ratisbona fundan las Damas de Sión y los sacerdotes misioneros de Nuestra Señora de Sión. Esas dos familias religiosas practican poco la ofensiva apostólica. Por medio de la Archicofradía de las plegarias para la conversión de Israel han desarrollado mucho el factor sobrenatural de oraciones. Por lo demás, salvo algunas predicaciones al aire libre en el barrio judío de Londres, se contentan con organizar conferencias, publicar revistas y acoger a los catecúmenos.
¿Cómo, a pesar de esa reserva en su proselitismo, puede la Iglesia Católica recoger todos los años cosechas suficientemente abundantes?
Describimos de buena gana la marcha general de esas conversiones, la cual hemos investigado directamente. (...)
Podemos distinguir en los procesos de conversión dos fases sucesivas y complementarias: los corazones judíos sienten la necesidad de Jesús; terminan por descubrirle. (...)
Ese fenómeno de espera insatisfecha se manifiesta tanto entre los judíos creyentes como entre los otros...
¿Cómo atrae Cristo a esas almas que le desean y a las que El llama?
A veces por motivos interesados. Antiguamente sobre todo comprando por el bautismo el billete de entrada en una sociedad o en las profesiones prohibidas; actualmente complaciendo a un novio o una novia cristianos...
Pero con más frecuencia Jesús gana el corazón de sus compatriotas como antaño en Judea y Galilea, con el prestigio seductor de su contacto personal.
Se revela principalmente por el medio que El mismo nos ha prescripto: "Mi nuevo Mandamiento es que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. En esto se reconocerá que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros".
Siguiendo la consigna dejada por el Señor resucitado, todo cristiano se constituye en testigo de Cristo; el testimonio que su Maestro le impone, el que los hombres esperan y comprenden, no es el de las creencias, de las prácticas, del celo exterior, engañosos e ilusorios, sino el de la fidelidad al mandamiento del amor fraternal. Qué pesada responsabilidad: ganar los hombres para Cristo amándolos como El mismo nos ha amado, o alejarlos de El por la injusticia y la dureza de corazón. (....)
Una manifestación de Jesús más conquistadora que los sermones elocuentes es un simple cristianos que vive plenamente su religión y que pasa por el mundo como otra encarnación del Dios-amor. Puede decirse sin exageración que en casi todas las conversiones juega un papel determinante ese resplandor divino percibido en un amigo, en un camarada de oficina o taller. Yo no sé qué ejemplo elegir entre otros cien igualmente conmovedores. Una contemplativa dice de un profesor de liceo al que debe en parte su fe y su vocación:
"Un alma que no se detuvo ante la ruda corteza de mi naturaleza rebelde, un alma a la que abrirme, que supo hacerme hablar, ayudarme, hacerme tomar resoluciones....Era un alma toda de luz y de amor...Pero la Señorita no respondía a mis preguntas sobre la religión. Respetaba mi libertad de alma, me amaba mucho, me encontraba recta... y su fe ardiente y discreta no me fue nunca predicada sino con el ejemplo de una admirable elevación de sentimientos, servida de una inteligencia poco ordinaria..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario