Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

sábado, 8 de junio de 2013

CUESTIÓN DE CARÁCTER I

“¡Por qué no hacen valer sus derechos!” le decía Servando Huanca o Benítez a los soras cuando la mina y los Marino les arrebataban sus propiedades en Quivilca* . Los soras respondían con una sonrisa de inocencia y sinceridad.

¡Hagamos que las cosas mejoren!, decía una decena de personas al mundo de sus contemporáneos.  Y el mundo le respondía con una sonrisa de complacencia y desgano.   

Es mundial la enfermedad, pero centrémonos en nosotros, porque dicen que acá existe muy poco carácter, que nos dejamos maltratar por cualquiera. ¿Es cierto eso?

Yo he visto varias situaciones como aquellas, pero no podría decir que sea producto Marca Perú. La debilidad de carácter puede venir mucho de un ánimo indeciso, y eso, lo indeciso, sí que nos sobra a muchos peruanos. Fíjense en el ejemplo siguiente:

Los adultos critican mucho, en las reuniones familiares o conversaciones del día, a los borrachitos y a los delincuentes comunes. “Son unos vagos, ensucian; asustan a  los niños; hay mandarlos a la cárcel; la ley debería castigarlos para que aprendan.” Y se enojan, y patalean, y llaman a los mil demonios cuando les roban algo o les orinan la puerta de la casa. 



Pero (lo he visto mil veces) cuando llega un policía a levantar del suelo a un borrachín con un “Oye, ya, qué tienes, anda a tu casa; apura, apura!!”, es la misma gente que antes cacareaba sin parar la que ahora dice cosas como “Ay, pero qué abusivo, pobre borrachito, déjalo nomás, no sabe lo que hace, etc.” Otros exclaman: “Está bien, pero, qué le pasa al tombo, por qué le grita así al pobre señor.” Y yo me quedo idiota pensando: “¿Qué? ¿Quieren que el policía lo levante con palabras románticas y lo lleve cargando a casa cantándole una canción de cuna? ¡Por Dios! Cómo vas a despertar a alguien ebrio y dormido sino es con una voz alta y de autoridad.” En situaciones así, la gente me choca.

Lo mismo con los rateros de poca monta. Se los atrapa y el tombo en un arrebato le grita alguna lisura o le da un palazo. La gente grita entonces: “Abuso de autoridad, qué tal si es inocente, vamos a denunciarte, abusivo**.” 

Dicen por ahí que ese es el carácter peruano. Algo tímido, indeciso, que toma una decisión y al cabo de un rato, por sentimentalismo, cambia de opinión. Que, cuando debe elegir entre la justicia severa y la compasión injusta, opta por lo último.


José de la Riva Agüero y Osma (peruano) se lamentaba de que los peruanos demostramos nuestro talento más rápido que en otros lugares del mundo*(* Y nos da ejemplos sorprendentes de jóvenes de 14 y 15 años graduándose de doctores en afamadas universidades, junto con otros de la misma edad que ya eran profesores.). Yo me sorprendí cuando leí eso; pero el historiador pasa a decir por qué lo cree: dice que esa es una característica de los países tropicales y que en realidad era la señal de un futuro carácter débil e indeciso. Actualmente no vemos talento precoz por las noticias, pero sí que hay aún –y para nuestra desgracia- mucho carácter débil.

Diego Portales, el artífice de la desarticulación de la Confederación Perú-Boliviana, al hablar de los dirigentes peruanos en Lima, aseveraba que son más cultos e inteligentes, pero más débiles de carácter que los chilenos. Y en liderazgo, el carácter vale tanto o más que la inteligencia.


Falta una segunda parte.


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* En la novela de César Vallejo, El Tungsteno.
** Por otro lado, tampoco hay que soslayar el otro lado de la moneda, el de las posturas extremas donde el mismo pueblo el que lincha sin piedad al ladrón y es la policía la que debe socorrer al pobre hombre.


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