El libro, mencionado en el post de ayer, pretende novelar, entre otros, tres hechos históricos sucedidos durante el Cautiverio de Tacna: tres intentos de los chilenos para vendernos su país a cambio del nuestro.
·
La expulsión de los maestros peruanos
·
La expulsión de los sacerdotes peruanos
·
La eliminación de los periodistas peruanos
Estos
tres son, como dice el mismo Gambetta en un lugar: «los tres pilares sobre los que descansaba la empecinada resistencia a
los afanes chilenizadores». A continuación, presentamos fragmentos de la
obra que representan estos sucesos:
LA EXPULSIÓN DE LOS
MAESTROS PERUANOS
28
-…El
segundo paso será, sin duda alguna, notificarnos para que cerremos las
escuelas. Por lo tanto, en estos momentos, frente a esa situación, solamente
nos queda unirnos con la convicción profunda de que si estamos unidos les será
difícil vencernos. Las autoridades chilenas deben saber que si nos impiden
abrir las puertas de nuestras escuelas estas funcionarán a puerta cerrada y que
cada hogar ocupará nuestro lugar.
- Bien dicho Federico, ese es nuestro
pensamiento – dijo el poeta Pedro Quina Castañón.
31-32
La
señorita Cáceres tomó el papel y lo leyó mientras, en el pequeño patio, los
niños jugaban. Era la hora del recreo. Zoila Sabel, mujer de temple, palideció
mientras leía :”Por disposición superior se notifica a usted para que en el plazo de 24 horas
cesen sus funciones y se cierren los planteles de enseñanza peruana en
territorio chileno. Se dará por notificado, firmando al pie del
presente, a fin de cumplir con las órdenes impartidas por el Supremo
Gobierno de Chile”
Al
terminar la lectura del documento, la maestra miró fijamente a los ojos del
Prefecto de Policía quien bajó la mirada.
- Tome
nota señor Prefecto - dijo la
Directora - que como peruana y
tacneña mantengo y mantendré abiertas las puertas de esta escuela. Dígale al
señor Intendente, con todo respeto, que la suscrita no se amilana ante la
notificación y que si desea clausurar el plantel que venga personalmente a
cerrarla. Es todo. Buenos días, señor.
Zoila Sabel Cáceres
33
Doña
María, ha visto usted la desvergüenza. Cerrarnos las escuelas, por Dios las
cosas que tenemos que ver – decía Melchora, la lechera.
- Melchorita, qué
culpas estaremos pagando – repuso con tristeza María Liendo.
- Una casera que viene de Arica dice que
allá es igual, doña Marujita.
- Tiene que ser igual.
Los rotos quieren quedarse con Tacna y Arica, a toda costa.
LA EXPULSIÓN DE LOS
SACERDOTES PERUANOS
64
¡Qué hacer, Presbítero! Hemos luchado hasta el
fin pero más puede la fuerza brutal de los que no tienen la razón. Lo siento
por este buen pueblo de Dios que ve
como, cada día que pasa, se aleja la esperanza de retornar al suelo peruano.
-
Dirá usted a la administración del Perú, querido hermano Guevara. Este suelo ha sido, es y será por los siglos
de los siglos peruano. Un bien que se hurta no pertenece al ladrón jamás sino
al verdadero dueño – replicó don
Vitaliano Berroa y Bernedo, Camarero Supernumerario de Su Santidad y Vicario de
San Marcos de Arica.
66
-
Señor Gobernador, acompañaré a los sacerdotes.
-
No hay autorización para que nadie los acompañe. Diga usted a la gente que se
retire, por favor Barreto, no insista, no cause problemas hombre. Ustedes, los periodistas, son muy
intransigentes.
Los
sacerdotes Cáceres, Tocafondi, Indacochea y Quiroz apenas si terminaron de
bendecir a los fieles. En el local de la comisaría los subieron en dos
carruajes que raudos salieron hacia la calle del cementerio.
-
¡Viva el Perú¡ ¡Viva el Perú¡ - gritó
un sacerdote en las afueras de la ciudad, por la avenida del río Caramolle. Hasta allí el pueblo los había
acompañado.
75-76
(hace
recordar a las escenas de pio vi llevado al destierro que cuenta chateaubriand)
Cuatro
horas estuvieron incomunicados, en sendos calabozos. Al promediar las tres de
la tarde los sacaron al patio y, sin decirles palabra, les señalaron unas
enclenques mulas, ordenándoles, con gestos, montarlas. En la plaza del Teatro
se reunió un número apreciable de vecinos. La noticia de la detención de los
curas se había extendido por la ciudad.
Íbamos en medio de una guardia formada por
treinta carabineros armados.
Peor
que a delincuentes nos trataban. ¡Treinta carabineros para dos curas que no
teníamos más que un maletín de viaje y un cáliz¡ A lo lejos divisamos a los
grupos de tacneños que nos hacían adiós.
-
Mi capitán, mejor vamos por el barrio Caramolle, en medio de las chacras, así
nos evitamos enfrentarnos con los grupos de cholos.
-
Tiene razón, Peña. Este estado de cosas me está llegando hasta la coronilla. Cualquier día no habrá más remedio
que dispararles a ver si dejas de fregar la pita.
-
Es que son rejodidos, mi capitán.
Lentamente
subimos el cerro Intiorko. Otra vez la misma travesía, el inmenso arenal, gris.
El pensar en la resistencia de las bestias que nos guiaban por esa soledad. Abajo quedaba Tacna,
en silencio. Apenas si llegaba el rumor del río Caplina, el lejano ladrido de
los perros o el chiflido de los muchachos. Al voltear, en una curva del camino
de herradura, perdimos la visión de la ciudad querida. Como era verano, en el
horizonte, al sur, vimos, pequeñito, el Morro de Arica. Recordamos a la buena
gente que vivía allí en el puerto. Nuestra buena gente peruana. Aquella a la
que habíamos bautizado, casado a sus hijos o dado la extremaunción a sus
parientes. Nuevamente nos expulsaban. ¿Hasta cuándo?¿Sería para siempre?¿Nos
desaparecerían en la frontera? Fácil sería para ellos decir que nos habíamos
rebelado, que los agredimos. ¿Quién podrían afirmar lo contrario?
-
Hasta acá terminó mi misión. Se quedan el oficial Contreras y ocho carabineros.
Acompañen a los curas y sigan las instrucciones que les han dado. Nada de
contemplaciones. Qué no les queden ganan de regresar. ¿Qué tales curitas? Esto
se llama ir por lana y salir trasquilados. ¡Adiocito curitas¡.
Clausura de la Iglesia San Ramón de Tacna. año 1910.
Sacerdotes peruanos expulsados de Tacna y Arica por las autoridades de ocupación chilena. De izquierda a derecha sentados: José M. Flores Mextre y J. Vitaliano Berroa, párroco de Tacna y Arica respectivamente (De pie: Francisco Quiroz, Teniente Cura de Tacna; Juan Indacochea Zeballos, cura de Codpa; José Félix Cáceres, cura de Tarata; Juan G. Guevara, auxiliar de la parroquia de Arica.-1910).
LA ELIMINACIÓN DE LOS
PERIODISTAS PERUANOS
121
-
Federico, sabemos que Chile solamente puede crecer a costa de la rapiña. Sabe Dios que otras riquezas, además
del salitre y del guano, guardarán Antofagasta, Iquique, Tarapacá y nuestras
provincias.
-
¿Qué podemos hacer?
-
Puede ser que se trate de acciones para atemorizar a la población y que no lleguen a mayores. Hemos soportado en
el diario dos agresiones fuertes. Creo que estamos en condiciones de soportar a
pie firme una tercera y una cuarta si fuera necesario.
-
Estamos en la lucha por lo nuestro y no cejaremos, ¿verdad?
-
Tendrán que incendiar la imprenta estos malditos, matarnos para que dejemos de
escribir en nuestra ciudad.
Hechos que hablan de lo sucedido la noche del 18 de julio
de1911
125
-
¡Si el peruano monta al macho, lo bajamos a cocachos¡
-
Qué ingenioso, ¿quién gritó?
-
Quién va a ser, pu, sino el Florencio
Tornero. ¿No lo conoces?
-
¡Claro que sí¡ ¡ Salud, Viva Chile¡
-
Este gentío es impresionante, don Amador. Son más de ochocientos patriotas chilenos.
-
Eso es. ¡Patriotas! Patriotas que dejan todo para venir a reclamar la chilenización
de Tacna y Arica.
-
¡No queremos más panfletos, ni más Freyres, ni Barretos!
-
¡Bravo¡ ¡ Viva Chile!
-
¡Mueran los cholos¡
-
¡Qué mueran¡
126
Bien
doctor Allende, diga su palabra de chileno bien nacido.
- ¡ Qué viva Allende¡ ¡ Viva Chile¡ ¡ Qué
viva! ¡Abajo los cholos¡¡ Abajo!
-
Compatriotas, esta es una noche maravillosa en la cual nos hemos reunido hijos de la patria procedentes de
varios puntos de nuestra extensa geografía, para decirle, en primer término a
las autoridades, que aquí estamos y que aquí nos quedaremos, que no estamos dispuestos
a movernos de estos territorios que costaron la sangre de nuestros mayores.
-
¡ No nos moveremos¡ ¡ No nos moveremos¡ ¡ Viva Chile, mierda¡
130
-
Vamos llegando a LA VOZ DEL SUR. Hay que gritar más fuerte.
-
Los Barreto son unos envalentonados. Tal vez estén dentro del diario.
-
¡A patear las puertas! ¡Fuera cholos de mierda¡ ¡ Acabemos con los cholos¡ ¡
Mueran los Barreto¡ ¡ Qué mueran¡
-
¡ Incendiemos la imprenta¡ ¡ A incendiarla¡ ¡ No queremos más panfletos, ni Freyres, ni Barretos¡
-
¡ Conviene darle su merecido a LA VOZ DEL SUR, que no quiere ser del NORTE, del norte de Chile¡ ¡ Mueran
los Barreto¡ ¡ Qué mueran¡
131-132
-
¡Este es otro bastión de la cholería¡ ¡ El Club Unión¡ ¡ A quemarlo¡
-
¡Vamos pu Florencio, tú que eres guapo¡
-
¡Mueran los cholos ¡ ¡ Qué mueran¡ Eso, bien. A pedradas agarraremos el club, que quede huella de
nuestro paso en las puertas, en las ventanas. ¡Dale, eso¡ ¡ Eso¡
-
Qué no encuentren ningún vidrio completo. ¡Qué se jodan los cholos¡ Avancemos,
compatriotas.
-
¡ No queremos más panfletos, ni Freyres, ni Barretos¡
-
Vamos llegando a la Plaza Colón. Oiga, que relinda pileta. No he visto en las
plazas de Chile otra igual. Mire ¿ve?
Qué bien se trataban los cholitos.
-
Pero si tenían todo el salitre del sur. Eran ricos.
-
Oye, fíjate que bien luciría esa pila en Santiago. ¿Te imaginai, pu cabro?
-
Compatriotas, ese es el local de la imprenta de EL TACORA, uno de los más furibundos diarios antichilenos.
-
¡ A quemarlo¡ ¡ A quemarlo¡ ¡ A quemarlo¡
DATOS EXTRAS
Sobre
el poeta Barreto: p. 82
-…Eso
es. Escribir y escribir. No dejar de crear, Federico. Tus versos se pasan de mano en mano. No sabes cuánto ha
calado en la juventud ariqueña tu HIMNO ROJO y PRINCE y tantos otros poemas.
¡Ah, amiguito, y tus versos de amor, me olvidaba. Picarón, más de una tacneñita
me dicen que se ha sentido aludida. Divinos los poetas – dijo Gerardo.
P. 138 Sobre Olga Grohmann y Jorge Basadre
-
¡Increíble, señora Olguita, increíble¡ Si parece una pesadilla.
-
Nada es increíble. Estos desalmados rotos son capaces de las peores
atrocidades. No tienen alma.
-
Señora Olguita, han destrozado por completo las imprentas de LA VOZ DEL SUR y
de EL TACORA.
- No tienes que contármelo, María. Lo he visto
con mis ojos. Detrás de la ventana, temblando de miedo, junto a mis hijos,
hemos contemplado el saqueo de EL TACORA y de la sastrería Raiteri. Jorgito, mi
hijo de siete años, ha sido testigo de esta barbarie. Para una mujer viuda, es
duro explicar a los niños. Jorgito es un chico muy maduro, muy inteligente. Y
muy sensible.
José María y Federico Barreto.
Portada de una edición (posterior a 1911) de La voz del sur
El
libro está disponible en http://bibliotecatacna.com/archivo_descargar.php?file=EL_ARDIENTE_SILENCIO114520782.pdf
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