Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

lunes, 27 de junio de 2011

ADVERSUS CHILENSIS


Esto viene a causa de los hechos hechos ayer, que no merecen nombrarlos.


Creo que fue Charles Péguy, el gran Charles Péguy, quien narró lo siguiente (sin la rigurosidad necesaria porque lo tomo de mis  recuerdos solamente):

Un hombre francés, al ver las burlas y hasta maltratos que sufrían los judíos en una zona fronteriza donde eran numerosoa colonia (Alsacia, quizá), censuraba elegantemente a un nativo de allí, amigo suyo. Éste, luego de oír todas la súplicas de humanidad y decencia de su camarada, y al adevertir que su crítico era sincero (y, de paso, también su crítica), le respondió «BONITAS TUS PALABRAS, PERO TÚ NO LOS TIENES CERCA».

 Lo mismo podría decirse a un no-tacneño, el cual muy fraternalemente nos censure (no a todos, y esto no sé si sea bueno o malo) la ojeriza que le tenemos a los chilenos: «Bacán tu discurso, amigazo, PERO TÚ NO LOS TIENES CERCA. Mejor vuélvete a tu tierra a a planear jaranas y mirar vedettes».


viernes, 24 de junio de 2011

CRÍTICA LITERARIA PARTE 2

¿QUÉ COMENTARIOS LE SUGIERE EL POEMA LEÍDO EN CRÍTICA LITERARIA PARTE 1?




.Paresçenos una digna estoria la leida, compuesta en este esstilo que es llamado de pie chueco por el su escribidor. En el ponçoña habemos nunquas alguandre, sino sola mientre sana doctrina predicada contra las baxas pasiones. Ca nos dize el autor mucho sobre la «escasa gracia» e « desagradable concepción» comun a  omne que non este repentido del vizio. Para el poeta, es la su responsabilidad fablar nos de la dehesa de la virtud, lo escuro de trocar la recta semda «mas dejó vástago, negro cual noche». Galano juvizio el de Bictor el que nos a vos requisimos, ca es bien sabudo el esfuerzo que el ha por non haber amizat  con la tentaçion del sieglo. Nadil quiera quitar al poema el su espirital valor. Es la opinión de nos, resumiendo, haiga mas tratados con este arte recto y provechosso.



.Por mayor fuerza que se busque colocar para ver este poema a semexanza de los versos antiguos, los comentadores pasados no han podido sustraerse al fecho de que NO ES IGUAL a aquéllos, sino mexor. En la evoluçión poética de Bictor, no en su continuidad, radica el verdadero aprecio por este poema. Los versos de este pequeño esbozo acusan fuerza, çierta obsesión y el alivio final de dilemas no nombrados ante los que, finalmente y ante todo, de sí mesmo paresçiera reírse. Desinteresado del a vanalidad de su tema, esta nueva tendenzia indica el marco de un nuevo rumbo.



.El breve poema en exposición anuncia una interesante tendencia en ciernes. Ante las cumbres, excelsas o cortas, de las poesías, la nueva generación de escritores nos propone esto. El pie chueco elaborado por Bictor se manifiesta a los críticos como una original refabricación de los versos que usara Manrique en su obra cumbre. Siguiendo, empero, las corrientes anteriores, el poeta ha querido, 1) darse licencias de métrica; 2) abundar en preposiciones y artículos; 3) expresar cierto desprecio y; 4) ironizar un tema delicado (ño cual, para nosotros, no mengua el valor de la obra).
 Es, por ende, aplaudible la creatividad del poeta quien ha querido contarnos, inteligente y hábilmente, un infanticidio como perfectamente se desprende de lo escrito por Bictor.



.La búsqueda de significados en esta poesía bictoriana, a lo largo de los tiempos, ha generado interpretaciones diversas. No es extraño y, por tanto, no debiera tornarnos al desánimo o escepticismo en cuanto a su sentido. La riqueza de este escrito se confirma en la continua reconstrucción de su ser real. Tales conocimientos merecen ser rescatados, como así ha sucedido a través de las diversas críticas: nos ayudan a comprender mejor el texto. Ahora nuestro granito. La apreciación más cercana nos parece la más real. El escritor exalta sus hechos (mostrando tinieblas en cuanto a valores) compartiéndonos su desprecio por los neonatos, y aun por la familia. Nótese, además, la aversión del poeta hacia el acto sexual: «…mientras recordaba su desagradable concepción». El remordimiento, no lo lleva a arrepentirse, sino al olvido necesario junto con el término de su poesía.



.A más de la lectura de interesantes textos nacidos del plan de crítica al poema en pie chueco de Bictor, no nos parece perentorio añadir otro tanto a estos palimpsestos, lo que, a fin de cuentas, no poseerán valor alguno, pues serán muy poco útil, y en nada terminante.



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Hoy, no tengo tanto escepticismo. Esto se debe – más que a los efímeros encuentros universitarios con la teoría literaria- a alguna madurez de razonamiento. Valorizo mejor la interpretación de Literatura y a quienes la elaboran. Vale la crítica (aunque no siempre); mientras quite el estudioso prejuicios (si los hubiere) tanto al autor de la literatura como la las ideas del autor de la literatura, pues muchas veces éstos, en lugar de usarse constructivamente como una referencia para la hermenéutica, tuercen el «sentido» de la obra haciendo la crítica un panegírico (en caso comulgar con la figura y sus ideas) o un libelo (en caso contrario).

No creo, con todo, en toda interpretación como válida, y menos definitiva. Piénsese nada más las «inspiraciones divinas» de tanto pastor con la que «interpreta eficazmente» la Biblia. Hay comentarios que distorsionan mucho la obra en cuestión. En el caso que surjan apreciaciones diferentes puede deberse, si no son malintenciones o las malinterpretaciones, al hecho de que los textos literarios, en cuanto arte, son ricos en significados al grado de presentársenos multiacepcionales. Entonces, puede estudiarse con esperanza interpretadora buen número de obras literarias. La mayoría de ellas han sido escritas por algo, con una intención o fin determinado, porque los escritos no intencionados serían escasísimos y casi nunca conocidos.

Objeto de la Crítica literaria son los llamados géneros literarios (narrativa, lírica, teatro). Las publicaciones científicas no me parecen de su competencia, por haber sido redactadas lo más objetivamente posible.
En cuanto al periodismo escrito, es un aparato social, manipulable, por lo que podría competir con la Literatura la característica de tener un mensaje entre líneas además del captado a primer ojo. No obstante, para esto tendríamos el Análisis crítico del discurso, que es como una crítica literaria social.


Al fin y al cabo, el verdadero sentido de mi poema se basa en un granito que me salió en la cara. :)





jueves, 23 de junio de 2011

CRÍTICA LITERARIA PARTE 1


Previo a un examen de admisión,   leí su prospecto por necesidad, movíanme a risa las interpretaciones que daban los críticos a obras seleccionadas. «O sea, decía yo, criticar  la motivación de un autor a su poema, no pues».   En verdad, yo había  hecho uno que otro mediocre escrito sin la mayor intención que gastar tinta, rellenar hojas o matar el tiempo. Leídos luego, nada veía que pudiera significar tal escrito sobre mí p alguna situación actual o pasada, de alguna pasión o íntimo deseo.  Todo texto se podría interpretar  de cualquier manera, de acuerdo cono la imaginación del crítico.  «Hacer crítica» así, me parecía tarea fácil, creativa, y nada relevante; sino más bien vanagloriosa: como si alguno de nosotros  pudiera saber la intención de un escritor al hacer su obra. Pero, ¿acaso el crítico es el escritor mismo para saberlo?
Tenía en mente dos cosas de composición literaria: las escritas con alguna intención (cuya interpretación no  me parecía posible desde la mente de otro que no fuera el escritor) y las obras elaboradas sin intención alguna (como las propias antedichas), para las cuales no había posibilidad interpretativa de parte de nadie. Escribí,   entonces, un «poema», con intención esta vez, y he tratado de interpretarlo de varias formas.




Sorpresiva su presencia
Como crítica a mi descuido
Ea, ved al recién nacido
Espetándome fama apenas reconoce su conciencia;
Amanecía su existencia
Vio luz mundana por primera vez.
Percibí gracia escasa,
Mientras rememoraba su desagradable concepción.
La  perspectiva inminente
De convivir con él día a día;
¡de darle mis nutrientes!
Ceder yo sin beneficio alguno para mí de mi diaria ración.
Mas, algo de satisfacción:
Sin ánimo aquel existe; aliméntase el pequeño,
Perpetuamente ajeno a los deleites de la sazón.
Amanecía su vida, y ya murió.
No me vio rabiar su presencia;
Ni tampoco  experimentó
Mis infinitos reproches a su espantosa tez rosada
Desapareció al fin;
Mas dejó vástago,
Negro cual la noche,
Una desesperada mezcla de espacios distintos.
Reniego de esa oscuridade;
Y cuando me veo,
¡cómo me rebelo!
¿Qué hacer con tal tiniebla muerto ya el no querido?
Márchase el indeseado;
Ya de esta suciedad no me intereso;
¡no ha permanecido!


LAS INTERPRETACIONES A ESTE POEMA EN LA SEGUNDA PARTE.

martes, 14 de junio de 2011

PREVEYENDO EL FUTURO

Un poco de lenguaje para enseñar a los chicos del cole. Más útil para las notas del profesor de Gramática que para la vida real, pero bueno...




Sé muy bien que preveo previendo,

porque proveyendo es lejano

a previendo; así pues, hermano,

yo nunca digo preveyendo.





Mis apuntes dicen que es de esta fecha 15-06-2004.

martes, 7 de junio de 2011

07 DE JUNIO


LOS HÉROES SE VAN


Estrofas declamadas el 08 de julio de 1890 al recibir los restos de los peruanos caídos en las batallas de Tacna y Arica.


Ayer, con voz potente pero triste
«Dad héroes –nos dijiste-
Que aventajen a  aquellos de Ayacucho».
Y allí, en la cumbre de ese morro fiero,
Luchó este pueblo entero
Hasta quemar el último cartucho.


Y hoy, volviendo otra vez aquí los ojos,
Nos pides los despojos
 De esos caudillos de inmortal memoria;
Y nosotros, que bien te comprendemos,
Aquí te los traemos
Cubiertos con los lauros de la gloria.


Recibe, Patria, entre tu seno ardiente
El sagrado presente
De estas cenizas llenas de nobleza.
De su germen, puro y fecundante,
Como un fénix gigante,
Renacerá tu gloria y tu grandeza.

Federico Barreto












Cuanta vida irradiabas en lo que otros llaman penumbra
Nos dice que no era sino el principio de tu paso por esta tierra.
Y si en vejez ya la luz del valor no alumbra,
Quizá la muerte no significó el fin de tu carrera,
Sino el inicio de la memoria que a un país encumbra.

jueves, 2 de junio de 2011

Chateaubriand, Mémoires d´Outre-tombe

 Leí las Memorias del gran escritor y político François René Chateaubriand de chico y me pareció muy interesante; todavía tengo los dos tomitos que compré aquella vez a 8 soles en una de esas tiendas de la Av. Bolognesi. Me han servido para copiar lo que sigue, porque no encontré una versión online de la obra en español, aunque sí en francés (http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k1013503/f68.langPT).

 Aquí un extracto, para que la gente se motive a leer el libro.





Treinta y un años después de mi salida para América me embarco para Londres con un pasaporte que dice: «Dejad pasar al señor vizconde de Chateaubriand, embajador del rey cerca de Su Majestad Británica, etc.» Nada más. Mi grandeza me debe hacer reconocido en todas partes. Un barco, fletado solamente para mí, me lleva de Calais a Dover. Al pisar territorio inglés, soy saludado por la artillería de los fuertes. Un oficial se me ofrece de guardia de honor. Ingreso al Shipwright-Inn, un posada, y el dueño y los criados me reciben con la cabeza descubierta. La señora alcaldesa (la esposa del alcalde) me invita a una fiesta en nombre de las más hermosas señoras de la ciudad. Una comida de enormes pescados y monstruosos pedazos de carne esperan al señor embajador para que recupere sus fuerzas luego del viaje, pero yo no tengo ni apetito ni me hallo cansado. El pueblo, reunido bajo mis ventanas, hace retumbar el aire con sus gritos. Vuelve el oficial y coloca centinelas bajo mis puertas, contra mis deseos. Al día siguiente, me pongo en camino en un carruaje muy ligero, tirado por hermosos caballos y conducido por dos elegantes jockeys. Mi servidumbre viene detrás en otros carruajes. Pasamos por Cantorbery y Black-Heat. Al poco tiempo, descubro la inmensa nube de humo que cubre la ciudad de Londres.

Cubierto por este vapor lleno de carbón, atravieso la ciudad, cuyas calles todavía recuerdo y llego al palacio de la embajada, Portland Place. El encargado de negocios, los secretarios de embajada y los agregados me acogen con extremada finura. Se me presentan las tarjetas de los ministros ingleses y de los embajadores extranjeros, enterados ya de mi llegada.





El 17 de mayo de 1793 llegué por primera vez a Southampton. Ninguna alcaldesa se dio cuenta de mi paso; el alcalde de la ciudad me dio un pasaporte. Mis señas estaban en inglés: «Francisco de Chateaubriand, oficial francés del ejército de los emigrados; cinco pies y cuatro pulgadas de estatura, patillas y cabellos negros; delgado.» Tomé el carruaje más pobre acompañado de algunos marineros sin trabajo; descansé en las peores posadas, y entré, pobre, enfermo y desconocido, en una ciudad opulenta y famosa; fui a alojarme por seis chelines al mes en el último piso de una casucha que me había preparado un pariente de Bretaña, al final de una pequeña calle.

-¡Ah, señor, cuánta diferencia la vida de hoy, llena de honores, de la de aquellos tiempos!




Embajador de Francia en Londres, una de las cosas que más me gustaba era dejar mi carruaje personal al extremo de una calle y andar a pie las callejuelas que había frecuentado en otro tiempo; los arrabales populares y baratos donde se refugia la desgracia bajo el amparo de un mismo dolor; los lugares abrigadores ignorados que visitaba con mis amigos de desgracia, no sabiendo si tendría pan para el día siguiente, yo, cuya mesa se cubre llena ahora tres o cuatro veces al día. Hoy sólo veo caras desconocidas. Ya no veo a mis compatriotas, conocidos a los que reconocía por sus gestos, su manera de andar, por la forma y vejez de su ropa.

¡Cuánto echo de menos, en medio de mis frívolas solemnidades, aquellos tiempos en que yo mezclaba mis penas con las de una colonia de desgraciados! Es cierto que todo cambia, que muere también la desgracia, como la prosperidad. ¿Qué les ha pasado a mis hermanos de emigración? Unos han muerto, otros han sufrido diferente suerte: han visto desaparecer a sus parientes y amigos, como yo; son menos felices en su propia patria que lo eran en el extranjero. ¿No teníamos en esas tierras extrañas nuestras reuniones, nuestras diversiones, nuestras fiestas y, sobre todo, nuestra juventud? Madres de familia, niñas tiernas que comenzaban su vida en la adversidad, traían semanalamente el fruto de su trabajo para alegrarse con alguna danza de la patria. Orábamos el 21 de enero y el día de la muerte de la reina en capillas adornadas por nosotros en casuchas viejas, conmovidos por la oración fúnebre del cura emigrado de nuestra aldea. Paseábamos a lo largo del Támesis, viendo los buques cargados con todas las riquezas del mundo, y admirando las casas de campo de Richmond; nosotros tan pobres, nosotros tan privados del techo paterno. ¡Y todo esto era una felicidad!



 Memorias de ultratumba I, pp. 89-91, Ed. Oveja Negra