Para cerrar el mes de Tacna. No he ido a la FITAC, no he visto el Paseo de la Bandera, no he comido picante ni he brindado con Tacna Sour, no escuché el Discurso de la Mujer Tacneña, no he recitado Prince y, sin embargo, con todo y estas ausencias, no me siento menos tacneño que cualquier otro u otra que haya pasado por dichos rituales en este agosto que se va. Es quizá cliché lo que voy a decir, pero lo voy a decir: el día de la madre no es solo el 2o domingo de mayo, el día de la madre es todos los días. Lo mismo que para mi mami vale esto para mi mamá Tacna. No importa si por casi medio siglo fue su regazo propiedad de los rotos, el corazón era peruano y lo ha seguido siendo; no importa si el tío abuelo segundo de mi primo tercero haya nacido en Anchonga o el mismísimo Santiago, si su corazón siempre ha sido tacneño. Al fin y al cabo, todos somos peruanos, aunque muchos prefieran separar a peruanos de primera categoría y segunda categoría. El pasado no condiciona un presente definido, es la persona la que hace el lugar y no al revés, ¿no es cierto, Tacna del Cautiverio?
O este otro lugar común: nadie ama lo que no conoce. Afortunadamente, somos un pueblo con inquietud histórica, consecuencia natural de nuestro pasado especial frente a cualquier ciudad peruana y aun americana. Este conocer Tacna que he visto pregonar hasta el defecto de la pedantería, motiva a algunos a querer en demasía lo ido o por irse y un deseo -sano hasta cierto punto- de querer mantenerlo cuanto sea posible. No obstante, no solo es Tacna de Antaño, vivimos en una Tacna de Hogaño. Debemos conciliar estas dos visiones, en el Perú entero. Porque ambas son bellas, a su manera.
Arriba Tacna. El próximo año sí o sí tengo que presenciar un Paseo de la Bandera. Fuera de Tacna me han dicho que el Paseo es tan de tacneño como conocer Arica.
Arriba Tacna. El próximo año sí o sí tengo que presenciar un Paseo de la Bandera. Fuera de Tacna me han dicho que el Paseo es tan de tacneño como conocer Arica.
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