Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

jueves, 1 de julio de 2021

Burocracia

 Fragmento tomado de "No es mi problema", en "Los dientes del dragón" (2009) del P. Hubert Lanssiers:


...

 

No es fácil ser trasladado al hospital cuando uno está encarcelado.

 

El médico de servicio tiene que hacer confirmar su diagnóstico por una junta ad hoc que pasa su informa al juez de ejecución penal.

 

Este magistrado notifica al director de la cárcel que el paciente está autorizado a acudir al nosocomio y la secretaría manda un oficio para este efecto al jefe de destacamento de la Guardia Republicana para que asigne a un custodio que acompañará al interno hasta la carceleta judicial.

 

«De conformidad con los dispositivos vigentes», como reza la terminología burocrática, la dirección de la carceleta tiene que proporcionar un vehículo oficial a los presos programados para una visita a los diferentes centros de salud. Solo existen dos camionetas disponibles. La primera sufre de un malestar crónico y aparentemente incurable y la otra, cuando su estado general lo permiten se dedica a transportar comida a la cárcel de Chorrillos.

 

Gracias a la complicidad del radio operador (Lobo Feroz a M7, cambio…), logramos interceptar al vagabundo «móvil» pailero qye llegó raudamente con ollas y porongos a las 9.35 y nos transportó hasta las rejas del Dos de Mayo. ¡Milagro menor!

 

En traumatología, donde nos presentamos con la debida humildad, una doctora desocupada nos mandó de paseo con un par de ladridos vibrantes de odio que nos dejó atónitos. Testigo muda de esta explosión de agresividad histérica, una enfermera nos confirmó la existencia de la cita pero señaló que el departamento de archivos había omitido, como de costumbre, mandar el expediente al consultorio. Nos fuimos a archivos donde una empleado flemático, en vísperas de ser archivado también, nos dijo, sin entusiasmo excesivo, que se ocuparía del caso a la brevedad posible.

 

Regresamos a traumatología. Veinte minutos después. Los papeles no habían aún llegado. Fuimos a tocar de nuevo la puerta de archivos. El mismo empleado ligeramente sorprendido por nuestra falta de resignación, nos confió con voz fúnebre su temor de que el expediente hubiera sido sepultado en el sótano. Solo contestamos con una mirada torva.

 

Finalmente un portapliegos emergió del edículo. El tiempo corría pero no así el hombre que trababa conversación, en el trayecto, con todas las personas a quienes conocía.

 

En traumatología, gracias al número de referencia, se logró encontrar la última radiografía del paciente.

 

Luego de echar una ojeada distraída a la foto, el médico de turno nos manifestó, despreocupado, que la placa era inservible por ser demasiado vieja y que era imprescindible sacar otra; nos confió un papel con unas vagas indicaciones que enseñamos, suplicantes, a la señorita de rayos X.

 

Dicha señorita nos mandó a caja central para que consigamos el sello de esta dependencia. Caja central nos propulsó hacia farmacia para que solicitemos el precio de la placa. Regresamos a caja central que examinó con interés el sello de farmacia, añadió otro y nos mandó a asistencia social para conseguir otro sello, el de exoneración de pago. La asistenta social no se encontraba, así que regresamos a caja, pagamos y adornaron nuestro papel con el timbre de facturación.

 

De caja, nos fuimos a rayos X, que se quejó de no poder leer las indicaciones del médico a causa de los sellos que opacaban el texto. Sin embargo, añadió otro, miró su reloj y nos avisó triunfalmente que ya no atendían. Era la 1.30.

 

Indignados y sin hacer caso al cacareo de los gansos del capitolio, tomamos por asalto el edículo, y convencimos al radiólogo de que tomase la tan ansiada foto. Lo hizo y nos arrastramos, exhaustos, pero contentos, hasta traumatología donde nos asignaron una cita para el mes subsiguiente…y nos dirán entonces que la placa es demasiado vieja, que vayamos a rayos X, etc. (Pp.54-57)






No hay comentarios:

Publicar un comentario