Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

domingo, 24 de julio de 2016

LOS ENEMIGOS DE LA INNOVACIÓN

Recuerdo que de niño, había temor en casa hacia la cocina a gas. Era muy peligrosa, podía explotar en cualquier momento y mandarnos al cielo con todos los gastos pagados. Los primeros días que instalamos la nueva cocina fueron días agitados: siempre pendientes al balón, verificando a cada instante que no haya fugas, que no salga el olor a gas, que las manijas estén cerradas...Informo al mundo que aún seguimos vivos y que la cocina a gas resultó ser tan inofensiva como una radio, y muy barata.

Lo mismo ha ido pasándome actualmente con las tarjetas de crédito que me han salvado de más de un apuro, la terma eléctrica para no helarme en invierno, el wifi del internet (o las antenas de teléfono) que me permite publicar en Tacnamanta, o el horno microondas que alegra mis cenas. Luego de momentos de recelo, las cosas han ido a engrosar mi vida sin muchas consecuencias negativas. Solo hay que saber cuándo utilizarlas y cuándo no.

Aún mantengo temores a usar el avión, comprar por internet o comer rocoto relleno, pero confío que el tiempo y experiencias más recurrentes, disiparán los miedos tal y como ocurrió con los anteriores casos.

En alusión a la actual controversia sobre los transgénicos, el diario español El País ha publicado hoy un artículo mostrando cómo la novedad ha sido resistida con los más dispares argumentos. Allí se muestran casos similares a lo que ocurre hoy con los transgénicos, ocurridos a productos ahora universalmente aceptados como la margarina, los discos reproductores de música, las vacunas, el teléfono, etc. También aparece el caso del café –y el té- que, increíblemente, hasta hoy perdura como atavismo entre los mormones. Es más natural incluso la poligamia, aunque con esto no digo que la apruebo, a propósito.









LOS ENEMIGOS DE LA INNOVACIÓN

En los últimos 600 años las sociedades humanas se han opuesto a la llegada del café, la imprenta, la agricultura mecanizada, los frigoríficos, la música grabada o los transgénicos con tácticas muy parecidas



“No hay ninguna idea inteligente que pueda ganar aceptación general sin mezclarla antes con un poco de estupidez”. La frase es de Fernando Pessoa y toca un problema que las sociedades humanas afrontan desde que comenzaron a existir: la oposición a nuevas tecnologías que pueden cambiar el mundo.
Desde el café a la agricultura mecanizada, pasando por la electricidad, los refrigeradores o la música grabada, la historia está llena de ejemplos de cómo las sociedades humanas se han resistido a adoptar innovaciones sin las que hoy no podríamos entender el mundo.

Los transgénicos son comida Frankenstein como el teléfono fue invento del demonio

“Es una reacción que está en nuestro ADN, en la forma en la que está organizada nuestra mente”, explica aMateria Calestous Juma, experto en innovación y cooperación internacional de la Universidad de Harvard (EE UU). Juma fue jefe de la Convención de Diversidad Biológica de Naciones Unidas y como tal vivió de primera mano debates internacionales sobre nuevas tecnologías como los transgénicos. Ahora ha reunido su trabajo de investigación de años en el libro Innovación y sus enemigos (Innovation and its Enemies, Oxford University Press), un recorrido por casi 600 años de historia analizando algunos de los casos de oposición a nuevas ideas y tecnologías que tenían el potencial de transformar el mundo.
En 1866, durante la Exposición Universal de París, Luis Napoleón III lanzó un reto a los científicos: encontrar una fuente de proteínas alternativa a la mantequilla que fuera más barata. En su cabeza estaba la necesidad de alimentar a una población cada vez más empobrecida y a un ejército famélico y amenazado por la voluntad expansionista de otras potencias europeas. El premio lo ganó Hippolyte Mège-Mouriés, inventor de la margarina.
Mientras Europa adoptó el nuevo producto, en EE UU provocó el nacimiento del lobby de la industria láctea, que emprendió una guerra abierta contra el alimento. Los productores lograron que el lácteo se prohibiera en varios estados y esas leyes fueron sostenidas hasta por el Tribunal Supremo. Para conseguir frenar el consumo del nuevo producto, mucho más asequible que la mantequilla, la industria se sirvió de estudios científicos inventados y campañas de odio diciendo que la margarina era “antiamericana” porque contenía un producto importado, el aceite de coco. La industria estigmatizó a los hogares que la consumían porque estaban usando un producto barato, lo que cuestionaba la capacidad del padre de familia de proveer para los suyos.

El café, los tractores, los refrigeradores o la imprenta también fueron objeto de campañas de desprestigio

Los productores de margarina reaccionaron sustituyendo el aceite de coco por el derivado de plantas más “americanas” como el algodón y la soja y establecieron alianzas con los productores nacionales de estas cosechas. La demanda de margarina creció hasta que su consumo rebasó a la mantequilla en los años 50 del siglo XX, después de que se derogaran las leyes aprobadas contra ella a mediados del siglo anterior.
Este “es uno de los mejores ejemplos de cómo la industria afectada, usando instrumentos legales, puede dañar o eliminar nuevas tecnologías”, escribe Juma.
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Juma traza paralelismos entre las tácticas y argumentos usados en el pasado y los que dominan polémicas actuales como la de los transgénicos, el rechazo a las vacunas o la inteligencia artificial. A los transgénicos se les llama “Comidas Frankenstein”. Al café se le tildó de “alcohol juvenil” en India, y en Inglaterra, Francia y Alemania alertaban de que producía esterilidad. Las comidas refrigeradas eran “alimentos embalsamados”, el teléfono, “instrumento del demonio” y la margarina “mantequilla de toro”.


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La huelga contra los vinilos

En 1942, el sindicato de músicos más importante de EE UU prohibió a sus miembros hacer discos y llamó a todos sus miembros a una huelga contra la industria discográfica. Pensaban que la grabación de canciones acabaría con la música en directo. Los responsables del sindicato llegaron a exigir como compensación que las radios contratasen a músicos y que solo estos estuvieran capacitados para darle la vuelta a los vinilos. En parte tenían razón al predecir la pérdida de muchos empleos, escribe Juma, pero la llegada de los discos transformó la industria hasta convertirla en un sistema donde los artistas pueden alcanzar un poder y riqueza impensables.








El llamado "arroz dorado" (el de la derecha, evidentemente) ha sido uno de los productos estrella de la industria de los transgénicos, infinitamente criticado por organismos como Greenpeace y demás greens.




Si no has tenido una cocina a querosén de niño, no has tenido infancia XD

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