Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

lunes, 11 de febrero de 2013

DBA vs CAVIARES

Las rabietas entre DBA y caviares en Lima me retrotraen a los famosos debates entre liberales y conservadores del siglo XIX.

La polémica que surgió en esa época fue de una altura intelectual sobresaliente (a diferencia de lo de ahora). Los discursos en el Parlamento, en la cátedra, en el púlpito eclesiástico y en los periódicos se daban día a día atizando la controversia; imperdibles para esto son las biografías de Bartolomé Herrera, los Gálvez y González Vigil, nuestro paisano. Todo así, inteligente, didáctico y motivador, este Debate Doctrinario resultó infructuoso, “el estéril diálogo entre liberales y autoritarios” dirá Basadre, sobre todo por la intención de polarizar al país entre dos posiciones en lugar de afirmar un común ideal nacional a pesar de éstas. Y si ahora nos ponemos a decir: “Estos conflictos los empezó Fulano de Tal o de Cual”, no hacemos más que continuar la disputa.

Es decir, lo importante no es que yo sea de izquierda o tú de derecha, o yo DBA y tu Caviar (o cualquiera de las chapas que tengan). El país no necesita un gobierno de derecha o uno de izquierda, sino el progreso* y bienestar de los que vivimos allí y eso no tiene como requisito un gobierno zurdo o diestro, sino uno peruano. Por eso me revientan los mezquinos: esos que ignoran o insultan todo lo que no venga de los que opinan como ellos.

Y también los intolerantes: esos que cuando uno comenta favorablemente algún dicho de Rey y Barba, lo burlan o menosprecian solo porque ellos son “de la DBA”, o porque si uno está de acuerdo con el padre Arana es un terrorista, o porque si está en favor de la mina es un traidor. No me joroben. Basadre, que tenía un carácter tranquilo,buscó siempre una mejor armonía entre peruanos. No obstante, nadie tiene el deber de aguantar a estos mezquinos o intolerantes.

Y acá en Tacna ya estoy viendo a los feisbukeros tomando posición por la Revocatoria capitalina. Tan pegado a la mente tenemos el centralismo.

El debate vale, evita que seamos fácilmente manipulados porque nos hace reflexionar e ilustrarnos; cuando nos hace detestarnos, persiste un valor, pero se torna contra nosotros.

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* En un sentido protestante del término. 









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