Soy de TACNA, y escribo desde acá ocurrencias propias y no necesariamente por coyunturas.

viernes, 1 de julio de 2011

EL VIAJERO SIN DINERO


Hace unos días, el domingo, fui con unos patas a pasear por ahí. En el Centro cívico encontré a un señor que vendía dólares con la cara de Basadre en el anverso y la imagen de la plaza de Armas en el reverso. También tenía otro modelo con la cara de Raimondi. No sé que pasó por mi cabeza para no comprar los dos papelitos, porque cada uno solo costaba diez céntimos. En fin. Viendo mi billetito, pienso si llegará el momento en que, cuando viaje por el mundo, desee coleccionar las más variadas clases de billetes y monedas existentes en cada país que visite, me va a ser harto difícil. Pues, al menos que me los den de limosna, me los robe,  los encuentre afortunadamente en el suelo, caro va a costarme llevármelos de vuelta conmigo. A continuación presento un ejemplo que reflejará mi dificultad para llevarme billetes y monedas de un país cualquiera, digamos, Alemania:


_Guten Morgen (buenos días) ¡Qué bonitos los dibujitos de sus billetes!

_Oh, Danke shön (muchas gracias). ¿Y de dónde es usted?

_Ich bin peruano (soy peruano), ¿sabe? Ceviche, pisco, Cienciano.

_ ¡Ah! ¿Por qué no se lleva un billetito a su país? Como souvenir.

_ Buena idea. Entonces, ¿cuánto es el cambio para este billete con la cara de Einstein?

_Espere un momento  -y empieza a hacer cálculo en una calculadora último modelo, que llegará al Perú en unos tres años-. Son mil ochocientos dieciséis nuevos soles.


(Si no fuera por mi nueva y rubia enamorada alemana que me sostiene, quedo desplomado en el piso).

_ Óigame, Herr Kambisten, si le doy lo que me pide, no podré llevar ese papelito a Tacna, porque me moriré aquí sin pasaje de regreso y sin comida.

_Oh, no se preocupe. Aquí siempre tenemos planes de contingencia. ¿Qué opina de este con el busto de Sigfrido?

_Se ve imponente y parece más barato. ¡Cotícemelo!

_ Mil ciento veinte nuevos soles.

_ ¿No tendrá otro más baratito?


(Y así, desfilan ante mis ojos las caras de Bismark, Humboldt, San Bonifacio, Goethe y hasta El Barón Rojo; cada una a precios menores que la anterior. Pero, yo era yo, no tenía plata. Entonces, pasamos a las monedas).

_ ¡Alto ahí! Ésa está bacán. ¿Cuánto me sale, bitte?

_ Tres solcitos nada más, mein  Freund.

_ Mmmm… déjeme pensarlo.


El cambista se ofuscó y me dijo:

_ ¿Acaso toda la gente de Perú es así de misia como usted?

_No, solo el 90%. Pero cálmese. Aquí a Europa, solo viene el 10% que tiene plata. Yo no soy más que una excepción a la regla.

_Comprendo. Vaya suerte la mía de toparme con usted precisamente. Luego,  ¿se queda con la monedita o no?

_ Claro que sí… Tome los 3 soles… Pero… ¿Y si me hace una rebajita?


¡Y esto solo en un país! En otros lugares la historia se repetirá –aunque puedo toparme con un cambista menos paciente y que no sepa español- y tampoco tendré la posibilidad de llevarme a Tacna los billetes con las caras de Don Quijote, Santa Juana de Arco, Robin Hood, el Papa, o  Mozart. A menos que en el lapso de ahora hasta aquel momento me convierta en millonario.

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